Chiquiteens: preadolescentes agrandados y sofisticados (Reportaje)
Hace unos años no hubieran sido más que nenes. Hoy integran una nueva categoría. Adictos al casting, al chat y al celular son cada vez más independientes.
Sibila y Micaela socializan antes de un desfile con una soltura pasmosa: tienen trece años, son apenas dos nenas perdidas entre el público pero parecen dos modelos en miniatura, lookeadas con conocimiento de causa y listas para la pasarela. Mientras los sociólogos y especialistas en marketing hablan de los “adultescentes” para definir al adulto eternizado culturalmente en la adolescencia, estas nenas deberían ser reubicadas en una categoría que integre sus hábitos de consumo y sus aspiraciones: son preadolescentes de buen poder adquisitivo, con gustos sofisticados, manejo de las tendencias, adictas al celular y al chat, con el casting como aspiracional (en definitiva ¡una entrevista de trabajo!), cierta independencia económica y mucha personal. ¿Chiqui-teens?
“La adolescencia tiene que ver con la cultura. Ahora vemos que es más precoz y, a la vez, más prolongada. El período de formación y las dificultades del mercado laboral alargan la adolescencia pero para abajo hay un factor muy dado que incitan sobre todo desde los medios de comunicación y las publicidades: se acortan los tiempos de la infancia para estimular consumo de ropa, de marcas, que suelen funcionar muy bien con chicos más grandes”, diagnostica Beatriz Taber, médica psicoanalista autora de “Los jóvenes y sus derechos” y de la inminente publicación de UNICEF “¿Qué piensan los jóvenes?”. Mientras elige entre todas sus prendas de A.Y. Not Dead -la marca de la que se declara fan total- para usar en las fotos, Micaela comenta: “Mis amigas y yo morimos por el sushi. Somos un grupo de 10 (todas del San Andrés) que nos juntamos a comer cuando podemos. Vamos aItamae de Libertador o a Sushi Club. Me gusta todo, pero más me gusta el niguiri”. Vale refrescar la lectura: Mica tiene apenas 13 años.
El estímulo del que habla Taber tiene que ver con el consumo voraz del sector infantil (que sólo en Argentina mueve 500 millones de pesos al año) y que cada vez tiene mayor poder de decisión sobre sus compras alimentado por este perfil que fetichiza a los cazadores de tendencias. Silvia Gil, gerente de marketing de la marca de ropa Cómo quieres que te quiera (la línea teen de Cheeky, explica cómo los chiqui-teens redefinieron su negocio: “Detectamos que a las chicas desde los 10 años les interesa mucho más que antes el mundo de la moda, quieren separarse de la infancia y Cheeky les parece demasiado infantil. Entonces tuvimos que crearles un mundo especial. Los locales de Cómo quieres que te quiera recrean la habitación de una adolescente, hay percheritos, ropa colgada y mucha connotación romántica”. En los Estados Unidos, Procter & Gamble acaba de relanzar su desodorante Secret con una campaña orientada a nenas de entre 7 y 14 años, aún cuando a esa edad es biológicamente improbable que lo necesiten.
La vidriera de las tendencias en el consumo llama internacionalmente “KGOYs” (Kids Getting Older Younger) a un segmento de chicos que se interesan por las cosas de los grandes. Mónica Lamadrid, responsable de Kiddo’s, un estudio anual sobre el universo infantil, explica: “Es un fenómeno que preocupa mucho: son chicos que no sólo se visten y consumen como adolescentes sino que buscan experiencias de adolescentes. Los chicos son mucho más independientes ahora que antes y tienen más poder económico. Sin embargo, esta posibilidad de que los chicos se inserten en mundo económico con características de adultos es limitada en países con poco dinero. Lo que se ve más en Argentina son chicos con mucha libertad para mirar televisión y salir”.
Entre el uso indiscriminado de su celular y la acumulación compulsiva de contactos en el MSN, Sibila se descarga un programa para bajar música que después escuchará en su reproductor de mp3. La inseguridad ayudó a la moda de los celulares: aún cuando en el colegio los consideran una plaga (nada más efectivo que un machete en formato sms), los padres promueven la comunicación constante. Micaela, que adorna una pared de su cuarto con un collage de marcas hecho por ella, dice que se compró el celular cuando empezó a salir de noche y ser “un cacho más independiente”. Para Ramiro (octavo año del colegio French, de Avellaneda), el teléfono cumple una función bien coyuntural: “Vivo en Capital y voy al colegio en Avellaneda. Si me agarra un piquete, aviso en mi casa que me quedo a dormir de este lado del puente”.
Diego Romero, uno de los jovencísimos dueños de A.Y. Not Dead, se sorprende de tener tantas clientas preadolescentes. Ya tiene identificado al perfil de Micaela (su fan) como “un montón de nenas chiquitas que vienen al local de a grupos gigantes”, y cuenta: “Hace poco vino una nena acompañada por la mamá, re concheta y le decía Ma, quiero la remera que tiene la cara de ese señor. ¡Y ese señor era el Che Guevara!”. Quedando afuera del idealismo adolescente que idolatra al Che, el chiquiteen, por su edad, accede apenas a la iconografía. Beatriz Taber vuelve a disparar: “Son nenas que juegan como Barbies, como si fueran adolescentes, pero todavía no tienen las problemáticas de esa etapa. Una nena sin tetas, que se viste como si las tuviera no puede sustentar lo que está haciendo, es imitar un modelo. El mercado construye niños pseudoadeolescentes pero no podemos decir que se es adolescentes desde los 8 años”.
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